Mi nombre es Leticia,
una mujer casada hace 6 años con un hombre excelente con un nivel de vida que
dicen es de clase alta. Mi esposo es un alto directivo y socio de Ciccone
Calcografica, que trabaja para gente del gobierno. Lo conquiste con mi sonrisa
y mis atributos de modelo de prestigio,
rubia, esbelta y con buenos modales.
La cuestión es que
tenemos en nuestra casa personal que atiende el hogar, mucama, cocinera,
chofer-jardinero. Y de allí viene esta historia verídica.
Resulta ser que
una tarde de verano, salí al jardín a caminar bajo la marquesina buscando aire
fresco, cuando sentí un rumor como a gemidos femeninos.
Más que aire
fresco, lo que había encontrado era una caliente situación. Mire por la pequeña
ventana de los aposentos de la mucama y vi a Marcela en cuatro patas suspirando
y gimiendo como una perra. Pero lo que mas me atrajo fue ver a Pedro, el
chofer, arrodillado detrás de ella, embistiéndola como un caballo desbocado,
casusa de los gemidos de Marcela. Y mas me atrajo aun ver su nabo
increíblemente grueso, en estado viril cual mástil, con un largo que no podía
definir, pero que era evidentemente largo. Tal me lo confesaban los grititos de
Marcela cada vez que Pedro la embestía a fondo. Quede como loca, muy caliente,
cuando el se la saco para dársela a chupar…. era no solo gruesa, su tamaño me
confirmaba que era un espécimen magnifico. Se la volvió ella ahora a meter
cabalgándolo salvajemente, cosa que me dio una visión perfecta de lo hermosa
que era la pija de Pedro.
Pedro era un
muchacho educado, reservado, de una confianza tal para mi marido quien lo
conocía desde niño, y por eso era su chofer. Además de eso era un ser muy
atlético, con buen físico, algo peludito, bien machito.
Pero mi opinión
sobre Pedro había cambiado aquella calurosa tarde. Porque me había mojado
intensamente y no pudiendo soportar mas fui a mí recamara a prender el
consolador que me volviera a la normalidad. Lo hice sin dejar de pensar en
aquella cosa que tenía Pedro, tan viril.
Jamás en esos seis
años pensé en engañar a mi esposo, mas allá de algunas fantasías, pero sucedió
que comencé a inventar salidas para que Pedro me llevara, comencé a comportarme
de una manera diferente con el, como buscando ser su amiga, como con ganas de
intimar. En realidad comencé a comprender que tenia unas ganas locas de sentir
todo aquello que me había encantado y en cierta forma comencé a provocarlo. Mi
perdición era tal que termine licenciando a Marcela con una excusa inventada.
Volvíamos de hacer
una diligencia y le pregunte si extrañaba a Marcela.
-
Si, señora, mucho.-
-
Y que relación tenias con ella, eran amantes?
-
Pues no se, simplemente nos llevábamos bien.
-
Esta tarde te dejare algo en la habitación que
era de ella, como para que no la extrañes tanto.
Mi mejor ajuar
transparente y sexi, lleve a la habitación que era de Marcela, perfumada y
arreglada como para presentarme totalmente ofrecida. Mi rubia cabellera semi
recogida, mi vello púbico con el rizado de oro, se insinuaba cálidamente, mis
curvas se acomodaron en la cama, esperando a aquel apetecible bombón. Debí contener mis impulsos porque estaba
excitándome sobremanera, rogando que el no demorara mas.-
Entro
silenciosamente, me observó intensamente con ojos de deseo, mas se detuvo a
menos de un metro sin emitir palabra.
-
Te he deseado intensamente desde que los vi
hacer el amor en esta cama., le dije….
-
Señora, ….¿es esto real?-
-
Aquí no quiero ser tu señora Pedro, quiero ser
tu amante.-
Estire mis brazos hacia el y
comenzamos un baile de caricias y besos mientras el quitaba lo poco de mi ajuar
y yo luchaba por quitarle pronto toda su ropa de encima. Me revolqué como una
puta en la cama, acariciándolo, besándolo y ofreciendo todo mi cuerpo.
Su dulzura era tal que me transformaba en cada caricia, elevándome a una
meseta de sensaciones jamás percibida por mí. Sus manos suaves recorrían mi
piel haciendo estragos en mi pudor, a tal punto que me vi persiguiendo su polla
para comenzar chupársela con desesperación y deseos. La tenia ante mi, jugando
con ella, enorme, dura, un mástil impecable que relamí con ganas, y para cuando
el abrió mi carnosa vulva para meter su boca y lengua, ya mi resistencia a
estallar fue irresistible. Su lengua producía sensaciones inmorales en mi
cuevita y cuando recorría todo, me hacia traspirar de deseo, y hasta cuando me
lamia el culito mi gozo era impresionante. Mi orgasmo causo en el una variación
de temperamento, pues poniéndome en cuatro, comenzó a mandármela sin preámbulos.
Aquella dulzura de los primeros momentos se estaba transformando en un enérgico
trato, manejando mi cuerpo a merced de sus embestidas cada vez más penetrantes.
Era poseedor de una pijota enorme, que me abría de para en par. Sus casi 24 centímetros
eran mi locura, y yo quería ser la loca que sucumbiera entre sus brazos,
teniendo aquello dentro de mi.
El imprimía un ritmo con sus estocadas a
voluntad, yo me entregaba a su dominio.
-
Leticia, estas tan buena que no me canso de
disfrutarte.
-
Pedrito, no me la saques que necesito tenerla
bien adentro.
Ese dominio se transformo en rutina diaria. Yo iba a aquel cuarto me
desnudaba y lo esperaba, jugábamos un poquito y el me abría toda, yo abrazaba
su cuerpo con brazos y piernas para recibir su enorme cosa, que a veces veía
entrar y salir ayudada por el espejo de la cómoda.
El me dominaba con su pijota encantadora, yo encantada aceptaba sumisa
todo lo que el pedía, así fue cuando me pidió hacerme por detrás, llore, sufrí
pero termine gozándosela como una poseída. El me tocaba y yo me convertía en su
puta incondicional.
El manejaba entonces mi sexo y parte de mi vida. Así fue que despedimos
a la cocinera cuando regreso Marcela. A Marcela le duplicamos el sueldo, ahora
hace su trabajo y me ayuda en la cocina. A Pedro le duplicamos el sueldo,
porque es el dueño de las dos. Las dos comenzamos a entendernos mucho, tanto
que aprendimos a jugar entre nosotras tal lo pide Pedro. Es ella la que me prepara casi siempre para
que Pedro me de lo que mas quiero en esta vida, su polla de casi 24
centímetros. Paso horas felices gozando de ambos.
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