Felicies intercambiantes

domingo, 19 de agosto de 2012

Me sedujo el tamaño.


   Mi nombre es Leticia, una mujer casada hace 6 años con un hombre excelente con un nivel de vida que dicen es de clase alta. Mi esposo es un alto directivo y socio de Ciccone Calcografica, que trabaja para gente del gobierno. Lo conquiste con mi sonrisa y mis atributos de  modelo de prestigio, rubia, esbelta y con buenos modales.

    La cuestión es que tenemos en nuestra casa personal que atiende el hogar, mucama, cocinera, chofer-jardinero. Y de allí viene esta historia verídica.

    Resulta ser que una tarde de verano, salí al jardín a caminar bajo la marquesina buscando aire fresco, cuando sentí un rumor como a gemidos femeninos.

   Más que aire fresco, lo que había encontrado era una caliente situación. Mire por la pequeña ventana de los aposentos de la mucama y vi a Marcela en cuatro patas suspirando y gimiendo como una perra. Pero lo que mas me atrajo fue ver a Pedro, el chofer, arrodillado detrás de ella, embistiéndola como un caballo desbocado, casusa de los gemidos de Marcela. Y mas me atrajo aun ver su nabo increíblemente grueso, en estado viril cual mástil, con un largo que no podía definir, pero que era evidentemente largo. Tal me lo confesaban los grititos de Marcela cada vez que Pedro la embestía a fondo. Quede como loca, muy caliente, cuando el se la saco para dársela a chupar…. era no solo gruesa, su tamaño me confirmaba que era un espécimen magnifico. Se la volvió ella ahora a meter cabalgándolo salvajemente, cosa que me dio una visión perfecta de lo hermosa que era la pija de Pedro.

   Pedro era un muchacho educado, reservado, de una confianza tal para mi marido quien lo conocía desde niño, y por eso era su chofer. Además de eso era un ser muy atlético, con buen físico, algo peludito, bien machito.

   Pero mi opinión sobre Pedro había cambiado aquella calurosa tarde. Porque me había mojado intensamente y no pudiendo soportar mas fui a mí recamara a prender el consolador que me volviera a la normalidad. Lo hice sin dejar de pensar en aquella cosa que tenía Pedro, tan viril.

   Jamás en esos seis años pensé en engañar a mi esposo, mas allá de algunas fantasías, pero sucedió que comencé a inventar salidas para que Pedro me llevara, comencé a comportarme de una manera diferente con el, como buscando ser su amiga, como con ganas de intimar. En realidad comencé a comprender que tenia unas ganas locas de sentir todo aquello que me había encantado y en cierta forma comencé a provocarlo. Mi perdición era tal que termine licenciando a Marcela con una excusa inventada.

   Volvíamos de hacer una diligencia y le pregunte si extrañaba a Marcela.

-          Si, señora, mucho.-

-          Y que relación tenias con ella, eran amantes?

-          Pues no se, simplemente nos llevábamos bien.

-          Esta tarde te dejare algo en la habitación que era de ella, como para que no la extrañes tanto.

   Mi mejor ajuar transparente y sexi, lleve a la habitación que era de Marcela, perfumada y arreglada como para presentarme totalmente ofrecida. Mi rubia cabellera semi recogida, mi vello púbico con el rizado de oro, se insinuaba cálidamente, mis curvas se acomodaron en la cama, esperando a aquel apetecible bombón.  Debí contener mis impulsos porque estaba excitándome sobremanera, rogando que el no demorara mas.-

   Entro silenciosamente, me observó intensamente con ojos de deseo, mas se detuvo a menos de un metro sin emitir palabra.

-          Te he deseado intensamente desde que los vi hacer el amor en esta cama., le dije….

-          Señora, ….¿es esto real?-

-          Aquí no quiero ser tu señora Pedro, quiero ser tu amante.-

Estire mis brazos hacia el y comenzamos un baile de caricias y besos mientras el quitaba lo poco de mi ajuar y yo luchaba por quitarle pronto toda su ropa de encima. Me revolqué como una puta en la cama, acariciándolo, besándolo y ofreciendo todo mi cuerpo.

   Su dulzura era tal que me transformaba en cada caricia, elevándome a una meseta de sensaciones jamás percibida por mí. Sus manos suaves recorrían mi piel haciendo estragos en mi pudor, a tal punto que me vi persiguiendo su polla para comenzar chupársela con desesperación y deseos. La tenia ante mi, jugando con ella, enorme, dura, un mástil impecable que relamí con ganas, y para cuando el abrió mi carnosa vulva para meter su boca y lengua, ya mi resistencia a estallar fue irresistible. Su lengua producía sensaciones inmorales en mi cuevita y cuando recorría todo, me hacia traspirar de deseo, y hasta cuando me lamia el culito mi gozo era impresionante. Mi orgasmo causo en el una variación de temperamento, pues poniéndome en cuatro, comenzó a mandármela sin preámbulos. Aquella dulzura de los primeros momentos se estaba transformando en un enérgico trato, manejando mi cuerpo a merced de sus embestidas cada vez más penetrantes. Era poseedor de una pijota enorme, que me abría de para en par. Sus casi 24 centímetros eran mi locura, y yo quería ser la loca que sucumbiera entre sus brazos, teniendo aquello dentro de mi.

 El imprimía un ritmo con sus estocadas a voluntad, yo me entregaba a su dominio.

-          Leticia, estas tan buena que no me canso de disfrutarte.

-          Pedrito, no me la saques que necesito tenerla bien adentro.


   Ese dominio se transformo en rutina diaria. Yo iba a aquel cuarto me desnudaba y lo esperaba, jugábamos un poquito y el me abría toda, yo abrazaba su cuerpo con brazos y piernas para recibir su enorme cosa, que a veces veía entrar y salir ayudada por el espejo de la cómoda.

  El me dominaba con su pijota encantadora, yo encantada aceptaba sumisa todo lo que el pedía, así fue cuando me pidió hacerme por detrás, llore, sufrí pero termine gozándosela como una poseída. El me tocaba y yo me convertía en su puta incondicional.

  El manejaba entonces mi sexo y parte de mi vida. Así fue que despedimos a la cocinera cuando regreso Marcela. A Marcela le duplicamos el sueldo, ahora hace su trabajo y me ayuda en la cocina. A Pedro le duplicamos el sueldo, porque es el dueño de las dos. Las dos comenzamos a entendernos mucho, tanto que aprendimos a jugar entre nosotras tal lo pide Pedro.  Es ella la que me prepara casi siempre para que Pedro me de lo que mas quiero en esta vida, su polla de casi 24 centímetros. Paso horas felices gozando de ambos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario